Conversando con una señora que tenía graves problemas me dijo: "Cuando las cosas se ponen mal, me refugio en la oración; allí, en comunión con el Señor, encuentro fortaleza". Realmente el amor de Dios es como un bálsamo para las heridas y cuando viene sobre nuestras vidas nos calma, nos fortalece, nos sostiene. Cuando el cuerpo está enfermo, ese divino amor, lo vitaliza, lo sana. Si es la mente la que está atormentada y tomamos un momento para meditar en el amor de Dios, se nos aclaran los pensamientos, nos sentimos con más entusiasmo y confiados de poder tratar con la gente y las circunstancias. Cuando el espíritu está abatido, es el amor de Dios el que al llenarnos de Su presencia nos muestra Su maravilloso plan para nuestras vidas y nos sentimos reconfortados. El amor eterno de Dios, con el cual El nos amó en Jesucristo, nos conforta, nos sana, nos guía. Refugiémonos en El.
**grace**
1 comentario:
grace que lindo el mensaje que compartis con todos, yo siento que Dios está conmigo y Él me acompaña a donde voy, aunque de pasos en falso y pueda equivocarme.
un beso reina
te quiero
lucia
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