sábado, 20 de marzo de 2010

Bosques

Bosques
En tanto que los árboles terrestres siguen un orden progresivo que va de la semilla al fruto, de lo pequeño a lo grande, los árboles celestes o míticos aparecen invertidos, proceden de alguna estrella o sol remoto que, al expandirse en enjambres de luces y partículas encendidas, se ramifica a ras del horizonte. Por ejemplo, un pasaje de las Upanishads da cuenta de un árbol cósmico llamado ashvattha cuyas raíces están en el cielo y cuya copa frota la tierra. Ese árbol es un modelo de Brahman, el Ser Supremo, que procede de lo invisible a lo visible, de lo inaudible a lo audible, y cuyas ramas y hojuelas –dice el citado texto– son los himnos y las plegarias que entonamos. Por su parte, para la Kábala zohárica del siglo XIII, el "Árbol de la Vida se extiende desde lo alto y hacia lo bajo y el sol lo ilumina enteramente. Una herniosa página sánscrita de las Upanishads[2] agrega: "El Señor de la Muerte habla del árbol cósmico que arraiga en el Ser, el Alma cósmica: ‘Esa es la higuera eterna, que tiene Sus raíces en lo alto y sus ramas en lo bajo. Esa es a raíz de lo puro, es el Ser, es lo Inmortal. Todos los mundos se asientan en ella, y nadie puede pasar más allá. Esa es la verdad. Su forma no es visible, Pues nadie la percibe con el ojo. Solo el corazón, el pensamiento y la mente rueden concebirla. Aquellos que saben eso, alcanzan la inmortalidad’". Y Tal vez no sea casual que los ashvins o "hijos del sol" se alimenten espiritualmente de ese árbol, el ashvattha, así como los kabalistas se alimentan del Árbol de la Vida o etz ha-jaim.
**grace**

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