sábado, 29 de mayo de 2010

Las Tres Pipas



LAS TRES PIPAS

Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para
informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo
que lo había ofendido gravemente.
...

Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad.
El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer
lo que tenía pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa de

tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo.


El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol.
Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y

decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado
mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una
paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa.


Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó
que ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y
fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió
su encargo y gastó media hora meditando.


Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que
consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que
iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza de
lante de todos.


Como siempre, fue escuchado con bondad pero el anciano volvió a
ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces
anteriores. El hombre medio molesto pero ya mucho más sereno
se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo,
su tabaco y su problema.


Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo:
"Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto.
Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo.
Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho".

El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie
del árbol, diciéndole:
"Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo;

era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tú mismo".

**grace**

1 comentario:

tia elsa dijo...

Muy sabio,cuantas veces en el enojo no medimos ni las acciones ni las palabras. Besos tía Elsa.