jueves, 1 de julio de 2010

Los Angeles


Los Ángeles, a medias felices en el Cielo,
nos envidian, a ella, a mí.
Sí, esa fue la razón,
como los hombres saben,
en aquel reino junto al mar,
de que el viento soplase desde las nocturnas nubes,
helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era más fuerte,
más intenso que el de todos nuestros ancestros,
más grande que el de todos los sabios.
Y ningún Ángel en su bóveda celeste,
ningún Demonio debajo del Océano,
podrá jamás separar mi alma
de mi hermosa Annabel Lee.

Pues la luna nunca brilla sin traerme el sueño
de mi bella compañera.
Y las estrellas nunca se elevan sin evocar
sus radiantes ojos.
Aún hoy, cuando en la noche danza la marea,
me acuesto junto a mi querida, mi amada;
mi vida y mi adorada,
en su sepulcro junto a las olas,
en su tumba junto al rugiente mar.

EDGAR ALLAN POE (1809-1849)
**grace**

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