viernes, 14 de enero de 2011

CAMINO DE LA LIBERTAD PARA TODOS


Una de las experiencias más trascendentes del ser humano es el reconocimiento de su libertad, y contar con el coraje para elegir ejercerla.

Muchos predican acerca de ella, todos la buscan incansablemente, otros dicen buscarla ó pretenden que la buscan, otros dicen ser libres y resultan no serlo en absoluto, sin embargo, amigos míos, muy pocos están realmente dispuestos a ser libres. Somos libres en la medida que podemos desprendernos física, material, emocional y psicológicamente, de un sin fin de ataduras que nos hemos fabricado e impuesto. Y desprendernos, no significa ni frialdad ni indiferencia, implica aceptación, convicción interior, fé, y un profundo respeto y confianza por todo cuanto acontece, sin imponerle a las circunstancias ó las personas que sean como nosotros esperamos que sean, sin forzar resultados, sin pretensiones egocéntricas. Todo esto, implica un nuevo nivel de comprensión personal de la naturaleza espiritual del mundo en que vivimos y de nuestra experiencia en él. Necesitamos entrenarnos para dejar atrás aquello de lo que no nos queremos desprender, para soltar aquello de lo cual nos hemos convencido que dependemos o necesitamos para sobrevivir ó ser felices. Soltar, liberarnos, es lo único que nos hará crecer realmente. ¿Estamos realmente dispuestos a renunciar a esas ataduras? ¿Estamos efectivamente dispuestos a ser libres? Hasta qué punto creemos que sin esas ataduras perderíamos parte de nuestra identidad ó de nuestra vida, hasta qué punto hemos comprometido nuestra libertad personal manteniéndonos prisioneros de nosotros mismos, inhibiéndonos de experimentar lo que nos dicta el corazón e impidiendo nuestra propia realización personal y espiritual. ¿Podemos reconocer y observar hasta qué punto estamos siendo manipulados ó controlados desde el exterior, y sin darnos cuenta somos partícipes de ello? ¿Realmente elegimos por cuenta propia, y disponemos nuestra vida en base a ello? ¿Nos honramos a nosotros mismos con las elecciones que hacemos, y con la vida que tenemos?

La verdad es que, la libertad nos puede resultar demasiado abrumadora por la tremenda responsabilidad personal que implica ejercer concientemente nuestro libre albedrío. Ejercer el libre albedrío implica asumir todas las consecuencias que involucran las elecciones que hacemos y las decisiones que tomamos, sin quejas ni excusas, implica un salto al vacío que pocos están dispuestos a dar, implica correr riesgos, implica renunciar a todo aquello que no concuerda con lo que realmente somos, con lo que queremos en nuestra vida y para nosotros; cuando evitamos dar ese salto, nos fabricamos el cautiverio en el que a menudo vivimos, pretendiendo que allí nos hallamos seguros, cuando en realidad no somos más que prisioneros. La vida es un campo de infinitas posibilidades, no es previsible, la diseñamos y creamos con cada paso que damos, con cada elección, el impulso vital que va configurando nuestra creación. Optar por ejercer nuestra libertad no requiere derribar barrotes, ni muros ficticios, significa vivir en una dimensión radicalmente nueva, desconocida para gran la mayoría, dados los condicionamientos a los que nos hemos sometido. La libertad no se persigue, ni se tiene que alcanzar, porque ya es nuestra, nacimos con ella, simplemente elegimos vivir en libertad o no. Elegirla requiere coraje, espíritu guerrero, una tremenda valentía para romper las cadenas que nos hemos impuesto; y eso es algo a lo que muy pocos están dispuestos, porque se hallan demasiado comprometidos con sus grilletes.

Soltar amarras significa entregarnos a un océano que nos resulta desconocido, implica entrar en la incertidumbre con fé, con visión y convicciones claras, con una nueva percepción de nosotros mismos, requiere seguir nuestra dirección interna, movidos por la sabiduría y la fé que nos provee la fuerza e iluminación que necesitamos para derribar los límites de nuestra reducida y temerosa percepción.

Para concluir, un elocuente pasaje del gran poeta Tagore:

"Ese, al que encierro en mi nombre, está llorando en su mazmorra. Estoy siempre atareado construyendo un muro a mi alrededor, y a medida que éste muro asciende hacia el cielo, día tras día, pierdo de vista a mi verdadero ser en su sombra. Me enorgullezco de éste gran muro, y lo enluzco con polvo y arena, por miedo a que pueda quedar en mi nombre un mínimo agujero; sin embargo, a pesar de todos los cuidados que tengo, voy perdiendo de vista mi verdadero ser".

Lina Cristiano Valencia (Venezuela)

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