martes, 9 de agosto de 2011


Ha llegado el momento en que las mujeres extiendan su diestra a los varones para levantarlos, para regenerarlos, para hacer de ellos algo distinto, algo diferente.

Ha llegado el instante en que las mujeres comprendan que el elemento masculino está en involución por estos tiempos; ha llegado el momento en que la mujer luche intensivamente por regenerar al hombre. Así, pues, que a las mujeres les corresponde en esta Era del Acuarius un gran papel, cual es el de regenerar al elemento masculino decadente.

En nombre de la verdad he de decir, que el amor es el fundamento de la Auto-realización íntima del Ser. Un matrimonio perfecto es la unión de dos seres, uno que ama más, otro que ama mejor. El amor es la mejor religión asequible a la especie humana. Para que haya amor se necesita que haya afinidad de pensamientos, afinidad de sentimientos, preocupaciones idénticas...

El beso viene a ser, precisamente, como una consagración mística de dos almas ávidas de expresar en forma sensible lo que interiormente viven. El acto sexual viene a ser la consubstancialización del amor en el realismo psicofisiológico de nuestra naturaleza.

El amor, en sí, es una efusión, una emanación energética de lo más hondo que tenemos en el interior, en la conciencia. Observen, por ejemplo, un anciano enamorado; aquellas fuerzas que fluyen de lo íntimo hacen vibrar intensivamente las glándulas endocrinas del organismo entero, y éstas intensifican su producción hormonal; tales hormonas circulan por la sangre vitalizando a todo el cuerpo físico, y así el anciano se regenera, rejuvenece, resplandece en él la vitalidad.

Obviamente, el amor es grandioso en sí mismo. Amar, ¡cuán grande es amar!, solamente la almas grandes pueden y saben amar. Para que haya amor se necesita absoluta afinidad de sentimientos. El amor, en sí mismo, es el summum de la sabiduría. El amor no puede ser definido, porque entonces se desfigura.

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