jueves, 12 de enero de 2012


~ Reposo Para El Alma ~•
¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina...
pero no la aborrezco!
Cuando la mezquindad envidiosa,
en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina
hacia el más puro ambiente de amor y caridad.

¡Rencores! ¿De qué sirven? ¿Qué logran los rencores?
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.

Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
Si pasa mi enemigo cerca de mi rosal
se llevará las roas de más sutil esencia,
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!
Amado Nervo