jueves, 26 de mayo de 2011


Cuentan que un día se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Fue entonces cuando el Aburrimiento bostezó por tercera vez, y la Locura, tan loca como siempre, les propuso: ¿Jugamos a las escondidas?. La Intriga levantó una ceja completamente intrigada y la Curiosidad sin poder aguantar preguntó: “¿A las escondidas?, ¿Cómo es?”. “Es un juego”, explicó la Locura, “Yo me tapo la cara y cuento hasta un millón, mientras ustedes se esconden y cuando termine, el primero que encuentre ocupará mi lugar para seguir el juego”.

El Entusiasmo bailó con la Euforia. La Alegría saltó tanto que logró convencer a la Duda, y hasta a la Apatía, a quienes nunca les interesaba nada. Sin embargo, no todos quisieron jugar: la Verdad prefirió no esconderse, ¿Para qué? si siempre la encontraban. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto y la Cobardía optó por no arriesgarse.

“Uno, dos, tres…” comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue la Pereza que se tiró tras la primer piedra que vio. La Fe subió al cielo y la Envidia se ocultó tras la sombra de Triunfo, que con su propio esfuerzo logró subir la copa del árbol mas alto. La Generosidad casi no alcanza a esconderse porque cada sitio le resultaba maravilloso para sus amigos: ¿un lago? ideal para la Belleza. ¿la hendija de un árbol? perfecta para la Timidez, ¿una ráfaga de viento? genial para la Libertad. Finalmente, terminó en un rayo de sol. El Egoísmo encontró un sitio solo para el, la Pasión y el Deseo en el centro de un volcán y El Olvido… no lo recuerdo.

Cuando la Locura contaba, el Amor no encontraba sitio para esconderse porque todo estaba ocupado. Entonces vio un rosal y enternecido decidió esconderse en él.

“Un millón!” contó la Locura y comenzó la búsqueda. La primera en salir fue, claro, la Pereza. Luego vio a la Pasión y al Deseo vibrando en el volcán. Descubrió a la envidia, y por consecuencia al Triunfo. De tanto caminar, sintió sed y buscó donde refrescarse: el lago dondevio a la Belleza y a la Duda sentada cerca, sin saber donde meterse.

Así fue con todos, salvo con el Amor, al que no lograba encontrar.
La Locura buscó y buscó, y cuando estaba por rendirse vio un rosal, tomó una horquilla y movió las ramas, cuando de pronto escuchó un grito lleno de dolor: una espina había pinchado los ojos del Amor. La Locura entonces, sin saber que hacer, se disculpó, lloró, imploró y prometió ser su lazarillo. Desde entonces, desde la primera vez que se jugó a las escondidas en la Tierra…

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