jueves, 26 de mayo de 2011

Franco Francesca


Mis zapatos salieron disparados por el aire. Uno reboto contra un vidrio y fue a parar sobre la mesa, entre dos ceniceros y un libro. El otro cayó tímidamente contra un rincón del cuarto. El espectáculo era ridículo, más ridícula mi furia. ¿El amor? Pero de que amor me hablan. Fue saña, pasión, vehemencia, cobardía. El amor no tuvo tiempo. Nunca tuvo tiempo ni espacio en nuestras vidas. Si lo estrellamos contra las paredes, los vidrios, las calles. Sabés...quiero llorar, gritar, arrancarme el dolor que se anida en mi garganta y no puedo.

Recordar... Vos y yo cuando aun no eramos nadie. Vos y yo que nunca fuimos nadie, ni lo seremos. "Los dos recostados sobre la alfombra, las cabezas descansando sobre almohadones, y la música que siempre fue la misma durante todos nuestros encuentros. Decías no concebir ésta casa sin ésta música. Las palabras se deslizaban lentamente desde mi cuerpo hasta mi boca. Hablabamos del amor, del ser y la nada, de la inmortalidad del cangrejo, y vos me mirabas con esos ojos abismalmente oscuros. Esos ojos me encendían. Fue a comienzos del verano, vos estabas con el torso desnudo, Boca abajo, apoyando la cabeza sobre tu brazo derecho. yo buscando dibujos en las sombras proyectadas en la pared. Tu cabeza volteada hacia mi. Estabamos cerca demasiado cerca, era intolerable no poder tocarte... Te unté de chocolate la espalda y me lo comí. Me lo comí entre tus risas y el sabor salado de tu piel. Me comí cada centímetro de tu piel y me bebí tu sudor junto a mis lágrimas. Me detuve en el hueco de tu axila y tu espalda, sollozando. Levantaste levemente tu cuerpo y pasate tu brazo por encima de mi cara. Una mano enjugó mis lágrimas. Mi chiquita, dijiste. Nuevamente tus ojos se encontraron con los míos y ya no hubieron más palabras. Nuestras bocas, lenguas y dientes para bebernos, para amarnos. Nuestras manos, nuestros cuerpos unidos y un sólo movimiento, una sola forma. Un instante fugaz. La pefección"

Luego el apuro, una ducha rápida, la camisa a medio abrochar, el saco puesto en un sólo brazo, la corbata en la mano, un leve beso en los labios. Nada de ésto enturbió lo vivido. El cuerpo extasiado, los ojos se cerraban, el dulce cansancio.

Un, dos, tres, ocho días; cuando ya había perdido la esperanza, el teléfono sonó. Tu voz del otro lado, querías verme. Si, si... Otra vez mi amor de chocolate. La fugacidad de lo perfecto. Hubo un tiempo de no cuestionarme nada, hubo un tiempo de no pedir nada. Eran tan normales tus idas y vueltas. Vos hacías tu vida, yo sobrevivía la mía. Un viernes por la noche volví temprano a casa. Me habías dicho que quizás pasabas. Pero tus quizás... eran invariablemente, no. Pero siempre obstinada albergaba la esperanza. Fui al baño, cepillé mi pelo, lo tiré hacia atrás...canas. Tomé la crema para quitarme el maquillaje la retiré...arrugas surcándome la línea de los ojos. Me observé detenidamente. Esa mueca triste... esas arrugas. Me desnudé corrí al espejo del dormitorio...el paso de los años habían dejado sus huellas. ¿Quién era ésa que anteponía su imagen en el espejo? Un nudo comenzó a presionarme la garganta. Aparte mis ojos de ésa imagen... un grito salió desgarrando mi garganta y se estrello contra el suelo y la crema desparramada.

FRANCESCA

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